2022
Texto curatorial
Galería Herlitkza + Faría
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
¿Cómo habita el pasado en el presente? ¿De qué modo se hace palpable la historia?¿Qué tipo de memoria son capaces de preservar los objetos y los cuerpos? Una determinación radical de la belleza encarna en la violencia de los “Días peronistas” de Martín Weber. Esa serie de manchas irregulares –agrupadas o dispersas, más intensas o más tenues, más o menos saturadas que recorre distintas gradaciones del azul de Prusia– convocan un sentimiento de lo sublime que trae a la presencia un trazo y su retirada. Porque estos cianotipos son a la vez gesto y archivo del contacto con los Blindex que protegían el féretro de Juan Domingo Perón, en su momento rotos a martillazos para cortar y extraer sus manos. Los sutiles papeles emulsionados por Weber funcionan como un cenotafio en su sentido más literal, como monumento funerario vacío que no contiene el cadáver pero en su lugar señala algo que ha ocurrido y se ha perdido.
Una presencia surge entonces sedimentada tanto en la propia materialidad de los vidrios -sometidos a movimientos, ultrajes, procedimientos físicos y judiciales a lo largo de tres décadas- como mediante el dispositivo fotográfico que registró químicamente aquel movimiento detenido. “Días peronistas” forma parte del proyecto Historias encarnadas, donde Weber se interesa por ese tipo de pasado que no precede al presente, sino que se aloja en él, emergiendo con los variados rostros del anacronismo. Un pasado que, en momentos de crisis y desintegración, nos asalta súbitamente, como decía Walter Benjamin, en un “instante de peligro”.